RicViv está en facebook:

martes, 9 de julio de 2013

Carta a la directora del Instituto de Protección de datos del DF acerca de su resolución, pidiendo su revisión (2)




La ausencia de cotejo y verificación de los datos de las personas diagnosticadas que no han regresado, no sólo supone un gasto (público) inutil, sino que además engendra mucha inestabilidad emocional, estres y angustia a quien reciba este tipo de llamada no prevista en los protocolos conocidos por el paciente, pudiendo generar mucha desconfianza y el alejamiento del paciente de los servicios de salud. Cualquiera que esté un tanto especializado en temas de VIH/sida sabe que tiene que tener especial cuidado en no re-victimizar a la persona positiva.  Por ello, creo que se puede dudar tanto del objetivo real de esas llamadas (ya que no puede ser que consista en llamar a personas que “eventualmente” ya estén integrados en el programa), como de las facultades de CHECCOS y de sus trabajadores para llevar a cabo este tipo de proyectos.



La CEC presentó un documento en donde explican el procedimiento de la llamada teléfonica de “seguimiento” realizada por CHECCOS: “se solicita al encargado del laboratorio especializado de la Clínica Especializada Condesa el listado electrónico de todas las personas que resultaron positivas (...) y se realiza un cruce con el sistema SALVAR donde se identifica a los usuarios que tienen más de tres meses desde su diagnóstico en el servicio de Consejería y Detección no obrara registro de alta en el SALVAR”.  Ahora bien, entre abril del año 2011, en que hice la última prueba confirmatoria en la CEC, y el 20 de agosto del 2012, habían pasado, en efecto, 15 meses. De ser urgente mi alcance para que integrara el Programa de de VIH/sida de la ciudad de México, y dado que según argumentan ustedes en beneficio de la CEC, se trata de un problema de salud pública, ¿por qué no me llamaron antes, es decir, al menos recien empezado el proyecto (mayo de 2012) ? Se ve claramente que la CEC se está escudiendo tras un argumento de salud pública que, dadas las circunstancias, tiene poco que ver con mi caso, puesto que, según aparece en el documento de la CEC transcrito en su resolución, p. 93, no he dejado de acudir a la CEC entre febrero del año 2012 y el 20 de agosto del mismo año, he estado haciendo mis estudios de carga viral en los tiempos previstos, no tengo yo la culpa de que la CEC no tenga actualizados sus datos de pacientes para dar una continuidad oportuna a sus problemas de salud y su diagnóstico.



En cualquier caso, según estipula la Norma Oficial de VIH/sida en México, “6.7 El seguimiento epidemiológico de la persona que vive con el VIH o del caso de SIDA debe realizarse por el epidemiólogo de la unidad de vigilancia epidemiológica del nivel técnico-administrativo correspondiente, en los formatos establecidos por el Sistema Nacional de Salud. Este seguimiento debe efectuarse cada año para las personas que viven con el VIH y cada tres meses para los casos de SIDA”. Como vemos, al no tener yo SIDA, no se ha respetado la temporalidad para hacer un estudio de seguimiento, violando de forma flagrante lo dispuesto en la Norma Oficial, de vigencia en toda la República.



Pero la CEC tiene interés en demostrar que yo no acudí a la CEC, que yo me desatendí, y entregó un informe lleno de explicaciones técnicas que sólo sirven a esconder la ausencia de registro, entre los documentos de la CEC, de mi número de teléfono celular. Confirmo que después del susto y de la violación de mi derecho a la vida privada y a la intimidad del 20 de agosto, y al constatar la manera totalmente arbitraria y sospechosa, meses después de poner mi queja y una vez denunciado el hecho ante el Instituto, con la que trató el tema de dicha violación entre los supuestos defensores de los derechos humanos de personas seropositivas y en aquel entonces mis compañeros de trabajo de Letra S, y los cercanos en la CDHDF de la diplomada en medicina Andrea Gónzalez, quienes vieron un documento que todavía no aparece y que obviamente no existe, en el que presuntamente proporcionaba, junto con mi consentimiento, con mi número de telefóno presuntamente proporcionado por mí, en efecto empecé a dudar seriamente de la oportunidad de atenderme en la CEC. Y obviamente un documento tal no puede existir, ya que violaría desde la raíz la confidencialidad de las pruebas de diagnóstico.



Más bien, me pareció altamente peligroso que confiara yo mi salud a personas tan poco capacitadas para la contención psicológica telefónica, y a médicos tan poco actualizados. No me di de baja de la misma en aquel momento por mi falta de recursos para ser atendido en otro lugar más respetuoso de la intimidad de las personas. Su resolución se hizo sin volver a pedirme precisiones acerca de mi queja, lo que considero totalmente injusto dado que, en cambio, la CEC (o la Secretaría de Salud y los Servicios de Salud del DF por ella) tardaron en entregar o remitir los documentos al Instituto, y tuvieron toda la oportunidad de formular una respuesta a mi queja. Además, ahondaron en precisiones cuyo único cometido es perder a los prestadores del servicio del Instituto en detalles inútiles, que no vienen a cuento ni informan de dónde provino mi número de teléfono, motivo principal de mi queja. En cambio, cuando presenté mi queja ante el Instituto, se me contestó que denuncia estaba formulada “de manera general”, lo cual creó “incertidumbre”, “pues solo realiza una narración de hechos que no clarifican las violaciones denunciadas”[1].



Retomo la cronología propuesta por la CEC, en su resolución, p. 93, para mostrarles que no existía ningun motivo de salud pública que justificara la llamada impertinente, malvenida, molesta, violadora de mi vida privada e íntima, que realizó el señor Vízcaina el 20 de agosto de 2012, haciéndose pasar por médico de la CEC y hablándome en tono amenazador, muy lejano de los principios básicos de consejería mencionados en el informe mandado por la CEC al instituto (p. 91 de su resolución).



- El 2 de marzo de 2011 me informan de un resultado indeterminado, por lo que me aconsejan “regresar en tres meses” para repetir la misma prueba.



- El 8 de abril de 2011, acudo a la CEC de nuevo para, antes de que pasaran estos 3 meses (según se aconseja), hacer otra prueba confirmatoria. Y en efecto, como mencionan los autores del informe de la CEC, no volví a por estos resultados, ya que unos días después, me fui a Francia para ser atendido por verdaderos profesionales de la salud, y no charlatanes y médicos no actualizados como los que pueblan la CEC, en donde al realizar otra prueba confirmatoria, encontraron un resultado inderminado y me aconsejaron que me esperara 6 meses para volver a hacerla. Para junio, ya había recuperado mi peso normal, no tenía ningún problema de salud, y mis niveles de defensas habían vuelto a la normalidad, por lo que dejé de preocuparme.



- El 20 de marzo de 2012, tras dos accidentes cardiovasculares menores pero preocupantes, acudo de nuevo a la CEC con la intención de realizar nuevamente las pruebas, y en ese momento el consejero Israel, acordándose de mi o de mi expediente, saca mi resultado de la prueba última realizada en 2011 y me explica entonces que se estuvieron evadiendo muchas personas de la CEC en los meses o años anteriores. No fue “que regresé por el resultado “Positivo” un año después” como expresa la CEC en tono de criminalización: iba a hacerme nuevamente una prueba, contando con que la prueba confirmatoria realizada en la CEC en abril de 2011 hubiera tenido el mismo resultado que la que realicé en Francia a mediados de mayo de 2011. No me podía imaginar que un año antes, el resultado había sido ya positivo.



Cabe mencionar, respecto de mi salud, que en las primeras visitas que realicé a la CEC, dado que la hemorragia interna de la que sufrí no podía ser ligada a una infección reciente, y que a la vez tenía un resultado indeterminado, me estuvieron explicando que el problema inicial podría provenir de una enfermedad o cáncer de la sangre; lo cual me generó mucha angustia y, asimismo, amplias dudas acerca de mi estado de salud y del carácter definitivo o no de mi problable estado serológico (podría ser un “falso positivo” y los resultados indeterminados esconder una enfermedad más grave).



- El 21 de marzo de 2012, es decir, el día siguiente a dicho encuentro con Israel, acudo a hacer el estudio de carga viral, como menciona la CEC en su cronología. Pero es dudoso que me hayan entregado los resultados de conteo de CD4 y carga viral el día 23 de marzo: los resultados de pruebas confirmatorias tardan una semana en entregarse, no creo que estuvieran listos los resultados de CD4 y carga viral en tan poco tiempo. No se me entregaron los resultados hasta el día 8 de abril, en Coordinación, y no tuve la posibilidad de ver estos resultados, dado que entregué el mismo sobre cerrado con mis resultados a Israel, quien lo abrió y me comentó de mis CD4 pero no me informó acerca de mi carga viral. Me acompañó entonces a Trabajo Social con el objetivo de abrir expediente en la CEC y no perder más tiempo. En trabajo social, no me pudieron atender en aquellos momentos, y además no llevaba los papeles necesarios, pero sí me hicieron pasar a consulta con la Doctora Banderas Lares, a quien entregué el sobre cerrado, pensando que por fin ella me iba a comunicar mis resultados; sin embargo nunca me los comunicó.



Tras la mala atención que padecí en la consulta de la Doctora Zainef Banderas Lares, ante su falta de actualización médica y profesionalismo, su falta de respeto de mi dignidad humana, y dadas las dudas que expongo en las lineas siguientes, escribí un mail a unos amigos, nutrido por los resultados de las ONGs y del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) en diversos estudios realizados en el marco del Fondo Mundial en México a lo largo del año 2011, los cuales revelan que la mortalidad por SIDA no ha bajado en los ultimos años, mientras que, en cambio, han aumentado de forma drástica el número de nuevos casos, y la necesidad de distribuir más anti-retrovirales a lo largo y ancho del país para atender a cada vez más personas con VIH-sida: es decir, quedó claro, en la presentación final de los resultados nacionales de todos los proyectos realizados, que la epidemia se está generalizando: los principales responsables son las instituciones de salud y las organizaciones, quienes en 30 años no han logrado ningun resultado positivo, por una mala previsión primero, y por el efecto perverso de un discurso de prevención basado únicamente en la terapia antiretroviral como forma de tratamiento, de atención y prevención de la epidemia: en ese mail, fui muy crítico con el mercado que se estuvo generando entorno a la atención al VIH/sida y el tratamiento, que resulta ser beneficioso para los médicos, psicológos, las ONGs y demás profesionales que trabajan en este campo (en los que me incluyo). A partir de ese momento en la Clínica Condesa se me empezó a desatender o atender mal y me atrevó a pensar que el cambio se debió a mi denuncia de las prácticas corruptas de las personas que viven de los que vivimos con VIH, y que deriva en la falta de servicios y recursos para nuestra atención integral.



Después acudi 4 o 5 veces más para abrir el expediente: la primera vez llegué a las 11h de la mañana, y en Trabajo Social no tenían ganas de atenderme, ya era demasiado tarde, y era, supongo, la hora del desayuno; la segunda me apliqué para llegar a las 7 de la mañana, como me aconsejaron, y hasta las 8h30 empezaron a atender a los futuros pacientes de la Condesa. Tenía que ir a trabajar, y no tenía previsto que fuera a pasar tanto tiempo haciendo fila para ser atendido para la entrega de un expediente, por lo que decidí volver otro día. Si no trabajo no tengo para comer: no vivo del aire, así que también tenía que atender mis responsabilidades laborales, ya que no por tener VIH dejamos de vivir y tener necesidades básicas, y tenemos muchas otras cosas que hacer además de esperar a que las prestadoras de servicios de salud tengan a bien atendernos. Cuando por fin me atienden en Trabajo Social, al faltarme el acta de nacimiento francés, me pidieron que esperara a tener el expediente completo. Preciso que para obtener una copia del acta de nacimiento en Francia, se tiene que solicitar directamente al Ayuntamiento de nacimiento demostrando ser el derechohabiente de dicho documento, que una carta simple entre París y México D.F. tarda aproximamente tres semanas, si es que llega.



Finalmente acudí con todos los demás documentos otro día, con un amigo mexicano: eran las 7 de la mañana cuando nos presentamos, pero por desgracia ese día faltaba personal, no podían atender a nadie en toda la mañana, según argumentaron al principio las trabajadoras sociales de la CEC. Mi amigo expuso el problema de las reiteradas visitas a la CEC sin resultados, y de su propia indisposición para acompañarme otro día, ya que este amigo vive y trabaja en Xochimilco. Gracias a su insistencia, se me atendió, e incluso muy bien, por la presencia de una persona mexicana apoyándome este día. Este hecho último (que sólo se me atendió cuando fui acompañado por una persona mexicana), añadido al comentario de la CEC acerca de mi nivel de idioma contenido en el documento que remitió al Instituto, demuestra el prejuicio del personal de salud (no es una novedad, también se ha podido demostrar que las personas indigenas son discriminadas por su aspecto físico y sus origenes), me insta a pensar que la CEC me estuvo discriminando por ser extranjero, además de quitarme toda atención al hacer desaparecer de forma reiterada mi expediente y mis resultados de carga viral, ya que según los prejuicios más comunes que se tiene acerca de la gente blanca y de países occidentales en este país, se sigue pensando que siendo francés debería de tener un seguro de gastos mayores, o al menos no debería de estar apretado por la necesidad económica ni tener que recurrir al Seguro Popular para atenderme el problema de VIH.



Tras este largo proceso, vivido a menudo por las personas seropositivas recien diagnósticadas como un verdadero calvario (véase los resultados del Diagnóstico Comunitario Participativo del Coletivo Sol, 2011, por ejemplo), por fin abro mi expediente el día 5 de julio, y no el día 6 como menciona la Clínica Condesa (véase la copia de mi Carnet de Citas o de la Cédula de Gratuidad para mi inscripción en el Seguro Popular del D.F.). El dia 6 es cuando visito a la Doctora Martinez, la cual no tenía mi expediente recien abierto, en donde se debería de haber integrado mis resultados de CD4 y carga viral de abril de 2012, es decir, imcumpliéndose una primera vez el principio de disponibilidad de mis datos clínicos.



5. El derecho a una atención adecuada, apropiada y especializada



La Clínica Condesa no me ofertó nunca ninguna atención especializada y adecuada como repite a la saciedad a lo largo de sus informes, salvo la cita con la infectóloga en abril de 2012, la cual, según subrayaré en las líneas siguientes, estuvo totalmente inapropiada a mi caso específico, e incluso inapropiada en general por la falta de actualización científica de la Doctora Banderas Lares. La misma insistencia de la CEC en querer demostrar que se me atendió bien, como respuesta a una denuncia sobre el origen de mi número de teléfono, es decir, de un asunto distinto, es una manera de esconder el verdadero delito que estoy denunciando. Aún así, voy contestar a sus argumentos:



1) En tres ocasiones (a cada consulta) referí tener serios problemas de salud dental y nunca se me mandó a ver a un médico especialista en salud dental. Ni la doctora Martinez ni la doctora Banderas Lares son dentistas: debían de haberme indicado que pasara a consulta dental para que pudiera yo tener una verdadera atención integral, tal y como viene previsto en la Norma Oficial Mexicana de VIH-sida última, y a la que, incluso siendo francés, e incluso en el supuesto de rechazar el tratamiento antiretroviral, tenía yo derecho, según la Ley de Prevención y Atención Integral de VIH/sida en el Distrito Federal (y no “de Protección Integral” como dicen los redactores del informe de la CEC quienes son sin embargo los principales beneficiados y firmantes de dicha ley) multicitada por la CEC en sus documentos.



2) como pueden comprobar en el Anexo 4 que mando junto con esta carta, en la receta que formuló la doctora Banderas Lares, con fecha del 9 de abril de 2012, ésta me recetó unos medicamentos para que los comprara por mi cuenta, fuera de la CEC: es decir, ni siquiera me dieron la medicación que necesitaba para aliviar mis problemas bucales hasta el 20 de febrero de 2013, y sin embargo la CEC intenta demostrar que me estuvo atendiendo, o que lo estuvo intentando, y que yo me resistí y escapé de su Programa de VIH/sida. El monto de los medicamentos, que en si no iban a resolver el problema dental, se elevaba a unos 2000 pesos: en ese momento no lo podía pagar, y la supuesta infección de boca diagnosticada por la doctora Banderas Lares desapareció sola...o nunca existió. Recuerdo que según la Norma Oficial Mexica de VIH/sida (punto 6.10.10) se dispone que “se deberá garantizar la provisión sin interrupciones de los fármacos para el tratamiento de las infecciones oportunistas.”



3) al no comunicarme mi diagnóstico completo, la CEC estuvo impidiéndome avanzar en la toma de decisión acerca de un eventual tratamiento. Pero la CEC sigue argumentando que yo no pedí esta atención integral: los días 5 de julio de 2012 y 20 de febrero de 2013 acudí a la CEC para que me atendieran problemas de salud dental/bucal, los cuales ya habían sido consignados por la Doctora Banderas Lares en abril de 2012: no lo hicieron, me dejaron con la boca llena de sangre y la doctora Martinez me aconsejó únicamente que me lavara los dientes con CREST Pro-Salud: ésta es la única atención “especializada” que me dieron las doctoras. Lo que necesitaba en ese momento, como cada vez que vuelve a aparecer el problema de gingivitis crónica desde que tengo VIH (unos 7-10 años, aunque no lo sabía), es un tratamiento antibiótico para después realizar una limpieza dental profunda, y quizás, una atención para ayudarme a abandonar el tábaco, por ejemplo. La gingivitis crónica está ligada al VIH; dejar que se transforme en enfermedad pariodontital es arriesgar mi dentición: se acaban cayendo los dientes por la enfermedad, la cual ataca las encías. Pero además, podría haber sido un foco de infección, y por lo tanto, un peligro de que me acercará a lo que llamamos SIDA.



4) En términos de prevención integral: la CEC nunca me proporcionó los 8 condones al mes al que tengo derecho, ni demás insumos de prevención, tal y como presupone la participación en el Programa de VIH/sida de la ciudad de México D.F.



5) En la consulta con la doctora Zaineff Banderas Lares, ésta me recibió con una vestimenta que portaba las insignas del IMSS, y acudió con un ordenador portatil: ahí apuntó las respuestas a una serie de preguntas acerca de mis antecedentes y vida sexual, a las cuales contesté aportando los detalles necesarios para la evaluación. Este archivo no se encuentra en mi expediente y, además, parece que la Doctora redactó su informe después de mis visitas con la doctora Martinez, puesto que el número de folio de la consulta con la primera doctora, en mi expediente, sigue al de la Doctora Martinez (quizás sea porque Martinez no tuvo el expediente a mano para apuntar sus anotaciones el 6 de julio de 2012).



¿Dónde están estos datos? Si no fue una encuesta anómima, entonces no se entiende que estas respuestas no aparezcan en mi expediente. Pero, además, la información que proporcioné en este historial clínico es de vital importancia para darle una “continuidad” adecuada, apropiada y científica a mi atención, y debería de haber sido consignada en mi expediente 1) en 2003, me violaron en la calle y es bien probable que mi (primera) infección remonte a ese momento de violencia sexual; 2) hace unos años, en Madrid, me diagnosticaron una pericarditis en el Hospital de La Paz: se trata de un problema grave de salud interna; en aquel momento, los médicos se sorprendieron de que siendo tan joven pudiera tener este tipo de padecimiento; podría estar relacionado con otro problema de salud desconocido hasta la fecha; 3) tengo antecedentes familiares directos de alcoholismo y esquizofrenia: la medicación para tratar el problema de la esquizofrenia puede interferir en el tratamiento antiretroviral (y vice-versa), como bien me confirmaron hace unos pocos días en el Instituto de Nutrición, en donde me estoy atendiendo. Ninguno de estos antecedentes quedaron asentados en mi expediente, lo que evidencia la inadecuada atención que en aquel momento recibí de la doctora Banderas Lares.



Por otra parte, dado que era la primera consulta, y siguiendo el protócolo, la doctora me pidió que me desnudará, y acompañada de un becario que no me fue presentado, le fue indicando con su voz y haciéndole repetir cada gesto suyo sobre mi cuerpo, cómo tenía que proceder en este tipo de consultas, haciendo como si yo no estuviera ni existiera. Me preguntó cuatro veces si tenía diarreas, al contestar que no, me volvía a preguntar, dudando de mi palabra; pero resulta que en ningún momento me preguntó sobre mis costumbres alimenticias, lo que resulta contradictorio con la Norma de VIH/sida y el concepto de atención integral, en los cuales se debe de integrar la base nutricional. En este sentido, el fundamento de la regeneración de nuestras celulas es la nutrición: he podido renovar mis plaquetas y CD4 en el año 2011 (según la comparación entre los resultados de análisis de sangre que efectuaron en el IMSS, en enero y febrero de 2011, y los que realizaron en Francia en junio del mismo año), por lo que antes de pensar en tratamientos caros y que pueden tener efectos sobre la salud (aunque las empresas farmaceuticas y los médicos que viven de la progresión del VIH/sida no tienen mucho interés en recordarlo), se podía haber pensando en otro tipo de monitoreo, al que tengo derecho en cualquier caso (y que finalmente resulta mucho menos costoso para la comunidad que el tratamiento en sí), decida o no tomar los tratamientos antiretrovirales que sí han demostrado sus efectos regeneradores sobre la salud.



La doctora Banderas Lares no es dentista. Ahora bien, me recetó varios antibióticos fuertes como si tuviera una Candidiasis en la boca cuando lo que tengo, desde hace 10 años de forma crónica (desde que tengo VIH: es reconocido como uno de los primeros síntomas[2]), es una gingivitis tendiendo a transformase en pariodontitis, como bien se lo indiqué. Entre otros, me recetó el doble antibiótico trimetropima/sulfametoxazol, conocido por tener efectos secundarios importantes, los cuales afecta a un tercio de las personas con VIH que lo toman. Entre otros: problemas en la piel, nausea, diarrea, dolor de garganta, y disminución de los globulos blancos. Los demás antibióticos también provocan diarrea. Así pues, en vez de mandarme a ver un odontólogo para tratar mi gingivitis, no me escuchó, ni lo apuntó, y me recetó lo que supongo siempre receta “en estos casos”. Parece que como no tenía diarrea, había que buscar cualquier manera para que la tuviera y así pudiera entrar en el “cuadro” clínico acostumbrado de diarreas cotidianas. Y no tengo diarreas por mi alimentación, muy cuidada, que me permite blindar mi sistema inmunológico. Lo importante de esta anécdota, es que 1) la doctora no me escuchó; 2) no tomó en cuenta lo que le decía acerca de mis antecedentes en cuanto a problemas bucales, recetándome medicamentos que no estaban apropiados y podían afectarme negativamente sin resolver el problema original; 3) demostró así poca habilidad para adaptar los tratamientos a mi estado de salud (y no simplemente seguir su guión de siempre); 4) me dejó con el problema (lo que puede engendrar la perdida de los dientes y encías. Ni siquiera apuntó que tenía este problema de gingivitis crónicas, como si no fuera importante, y como si no fuera una infección oportunista. Lo mismo hizo con mis problemas de piel.



Esto me lleva a plantear lo siguiente: 






[1] Cabe mencionar que no tengo abogado, que no soy abogado tampoco, que cuando acudí al Instituto nadie me orientó sobre los artículos de la Ley que según mis declaraciones podrían estar involucrados, lo que ahonda en la desigualdad existente entre los Servicios de Salud del DF y la Clínica Condesa, instituciones que vienen defendidas por al menos tres abogados contra una paciente, según pude comprobar en la CONAMED, y el denunciante. Asimismo, nunca se me citó en el Instituto para que ahondará en los aspectos que quedaban claros en mi denuncia.



[2] La llamada Gingivitis ulcero-necrosante aparece en aproximadamente 70% de los casos, según anotan los odontólogos Simeone Giordano y Castillo Amarue, en su revisión: veánse “Gingivitis ulcero necrosante y su relación con el vih/sida”, Acta Odontológica Venezolana, vol. 45, nº3, 2006. Disponible en: http://www.actaodontologica.com/ediciones/2007/3/gingivitis_ulcero_necrosantevih_sida.asp

No hay comentarios:

Publicar un comentario